(Gigi*, colaborador esporádico de Olivilla-Olivilla, que firmará sus artículos bajo este seudónimo)
La fuente inagotable de inspiración que es el desamor
Por circunstancias que no hubiera deseado, estos días he estado releyendo con interés los artículos
de Kitty Powers sobre el amor.
Kitty es una de esas personas optimistas que siguen creyendo en las relaciones humanas, pese a los
encontronazos y desilusiones que se lleva from time to time (como nos llevamos más o menos
todos).
Además de eso, es amiga mía (aunque a veces lo negamos, por alguna extraña razón).
Sus artículos -totalmente amateurs- van siempre cargados de razón. Y además de ser un deleite para
los que amamos ese género -por su fluido y claro estilo- deberían de estar enmarcados en un rincón
de nuestra mente.
Vendría muy bien releerlos cada vez que sentimos que nuestro alma se fisura, y que lo que más
ilusión nos hacía en los últimos meses se desborda como ríos crecidos por las tormentas.
Yo, que leo con admiración todo lo que Kitty escribe, he echado de menos un tratado sobre el amor
y el desamor (elementos que muchas veces confundimos y que entre todos deberíamos de aclarar).
Para mí (Gigi, treinteañero, con más relaciones en mi curriculum amorae que púas tiene Espinete) el
amor es algo próximo al desamor (el verdadero protagonista de nuestra vida). Porque, ¿qué es lo
que realmente nos quita el sueño, nos quita el hambre, nos ilusiona y nos hace ser unos auténticos
idiotas durante un tiempo?: el desamor.
Y pensarán Uds: “eso no es cierto”, “ignorante”, “zafio”, “parlanchín”.
Pues sí, el desamor es lo que nos engancha a la otra persona. Y ese estado sucede cuando uno de los
miembros de la relación siente más que el otro (es decir, SIEMPRE).
A pesar de que estemos hasta las trancas por la otra persona, y que aparentemente nos sintamos
correspondidos.... ¿en qué porcentaje nos corresponden? ¿Lo saben?. Yo se lo digo: NUNCA más
del 90% (¡y me pongo en el mejor de los casos!).
Si no me creen hagan el siguiente estudio: observen por la calle cómo caminan los novios de la
mano. Siempre hay uno que da la mano por delante del otro, que le arrastra, que quiere mandar y
dirigir.
Observen cuando se abrazan los novios. Siempre hay uno que acaba dando unas palmaditas en la
espalda del otro (como diciendo “oye, que ya esta bien de encadenarme”).
Observen también cuando se besan dos personas aparentemente enamoradas. Siempre uno de los
dos mantiene sus labios esperando recibir más.
¿No han tenido suficiente? Observen cómo se miran dos enamorados. Siempre uno de los dos (el
que más siente y menos es correspondido) aguanta la mirada más tiempo.
Y ahora que todos estamos convencidos de que esto existe, y de que un servidor lo ha bautizado
como desamor, pensarán “eso no es desamor”.
Pues sí lo es, señoras y señores. Pero no pasa nada; no se alarmen. El desamor es lo realmente
bonito de una relación (y lo más doloroso cuando esta se acaba).
En desamor nos viene la inspiración (la que nos permite escribir cuerdamente 800 versos a
algunos); nos sentimos útiles en la vida queriendo complacer a la otra persona; nos sentimos
realizados ejerciendo nuestro rol paterno-materno-fraternal con el otro/otra.
En desamor, hacemos cosas que nunca pensaríamos que haríamos por nadie: nos cruzamos la
ciudad y conseguimos llegar a la otra punta tras superar varios atascos, simplemente para tomar una
pepsicola en 15 minutos con nuestro amado; pagamos 5 veces el precio normal de un billete de
avión para pasar 2 días de amor y desamor en Santiago con esa persona, cuando ésta vive fuera;
recorremos todas las cuestas del casco antiguo de nuestra urbe en bicicleta para comprar ese regalo
tan especial que hemos encontrado en una pequeña tienda -tras pasar 2 horas buscando por internet
el perfect gift en nuestro aniversario....
Algunos incluso han decorado la casa de más de una pareja (siento usar esta palabra, pero aquí era
necesaria) cuando ella/él se ha ido de vacaciones en Navidad a casa de sus padres.
Otros le han hecho la mudanza, tapizado el suelo y pintado las paredes;
Unos le han llevado el coche al taller en su tiempo libre (o le han buscado el mejor precio de uno
nuevo, recorriendo todos los concesionarios Mini de Madrid, como si le fuera la vida en ello).
Han paseado a su perro en su ausencia, a pesar de la alergia diagnosticada al pelo animal ....
En desamor hay quien se ha pasado todo un sábado preparando sushi, como si se acabara el mundo
esa noche, para que la otra persona se convenciera de que uno sabía cocinar (por mucho que luego
fuera recompensado).
Y luego ¿para qué?. Para nada, para que esa persona un día diga “es la persona ideal, pero yo busco
otra cosa”. ¡CLARO QUE SÍ!. No pasa nada, es lógico. Esa persona lo que busca es el desamor; el
sentirse no correspondido del todo; que le retiren la cara tras 3horas de besuqueo; escalar el Monte
Igueldo para ver a su amorcito, a su bombonis, a su cari (OMG, cómo odio esa palabra)... y que el
otro no se lo agradezca del todo.
Y ahora nos preguntamos “¿y yo en qué lado quiero situarme?”; ¿tú Gigi que nos recomiendas?”.
Pues bien, eso depende de las circunstancias personales de cada uno; del curriculum amorae que
tenga; del timing, scheduling, predisposición a sufrir y grado de masoquismo del individuo.... y
otros factores.
¿Que vuestra última relación era un dejarse llevar, en la que no habéis aportado más que Messi a la
selección argentina? Pues buscaros alguien que pase un poco de vosotros y os entregáis a pecho
descubierto, como aquel soldado temerario de la batalla de IWO Jima.
¿Qué tenéis todo el tiempo del mundo para dedicarlo a pensar en el otro, para preparar nigiris,
makis y cosas parecidas? Pues ¡avanti con il cuore! Hazte legionario del amor.
Eso sí, que sepan Uds que se van a pegar la gran leche del siglo.
Pero... ¿quién no quiere sentirse protagonista cada cierto tiempo?
Yo me he sentido así varias veces en mi vida. Digamos que aproximadamente en el 20% de las
relaciones. ¡Vaya! Así leído no es mucho!
Y no es mucho no porque yo sea un canalla, un picaflor, un peterpan, o tenga miedo al compromiso,
no.¡NOOOOOOO!. Es porque mi corazón es un musculo aquejado de una lesión recidivante -que es
el desamor- y cuido mucho de practicar deportes de riesgo.
Por eso muchas veces no traspaso la línea que separa el amor del desamor y me quedo en el primer
cuadrante (eso las veces que salgo a pista y no me quedo en el banquillo de la pseudorelación
leyendo el Marca).
El último caso ha sido un intento de quemarme a lo bonzo, pero llevando un extintor en la mano.
En la próxima relación me dejo la gasolina en casa. Y que se queme otro.
Eso sí, volveremos al desamor. El corazón necesita un barbecho from time to time.
Es lo que se llamaba en Ciencias Naturales agricultura de alternancia (o algo parecido).
Señores: quiéranse (sobretodo a sí mismos).